Uriel salió una vez más a la calle, intentando encontrar todo lo que había perdido recientemente: la muerte de su madre, la pérdida de su empleo y la renta sin pagar. Cada vez le quedaban menos motivos para aferrarse a lo que todos llamamos vida.
Uriel caminó por caminos no recorridos, lugares poco transitados, como si buscara alejarse de toda persona, de todo recuerdo o de su propia presencia.
Justo cuando caminaba por un solitario sendero, divisó al fondo un local más iluminado, un lugar que decía: “¿Sientes que tu vida ya no vale nada? Visita el museo de fracasados y no sentirás tu vida tan patética”.
Atraído por la idea, Uriel entró y encontró un homenaje a los sueños rotos, las esperanzas perdidas. Aquel museo contenía las vidas de hombres y mujeres que no habían hecho nada con sus vidas, que habían desperdiciado todas las oportunidades y se habían dejado segar por sus sueños.
Cada vida era aún más patética que la anterior, y con eso Uriel ya no se sentía tan mal. Hasta que se encontró a sí mismo. Allí, en una pequeña sección, había un video que repetía todos y cada uno de sus errores, de sus miedos.
Uriel revivió el dolor de cada pérdida y se sentó en un rincón, sollozando. Un niño se acercó y lo miró.
—¡Mira, mamá! Ese señor es famoso, sale en el museo.
—¡Déjalo, hijo! ¡Solo es un fracasado!
Reyna Romyna Olmos Hernández (Pachuca, Hidalgo, México) es egresada de la Licenciatura en Ingeniería Civil por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y de la Maestría en Enseñanza de las Ciencias por la Universidad Digital del Estado de Hidalgo. Ha colaborado en las revistas literarias Espejo Humeante, Fantastique y La Sirena Varada. Además, es coautora del libro Capitán Sueño (Librerío Editores).