No me atreví a decirle nada un día en que lo vi desorientado en una estación de Transmilenio. Llevaba una casaca azul marino y una leve mirada, igual a un bosque incendiado por la noche. Iba acompañado por una mujer que cantaba “Smoke on the Water” con la voz de una niña; me enamoré de sus pechos, rojos como las autopistas.
Baudelaire era un hombre alegre que conspiraba en contra de los pájaros. El ruido de las casas ondeaba entre sus manos, que no paraban de cultivar flores con las que se hacían ramos para las muchachas sonámbulas. El pánico fue para él un asunto importante.
Hoy, que lo vi una vez más pasearse taciturno en otro de mis poemas, apenas me atreví a preguntarle la hora. Él solo me preguntó si apreciaba la música de Wagner y se sentó en un viejo andén de una calle al sur de la ciudad a dormitar, mientras el viento le susurraba al oído una bella música semejante al aleteo de las moscas.
(Bogotá, 1982) Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival Ojo en la tinta. Algunos de sus libros son Memorial del árbol (2013), Diabolus in música (2014), La noche apenas respiraba (2018). Recibió el Premio Internacional de Cuento “Juan Ruiz de Torres” por el libro Cuentos para hundir un submarino (2021) y el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández por el libro La torre de los caballos azules (2022). Es cofundador de la Revista La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com) En la actualidad cursa un doctorado en literatura en la Universidad de los Andes.