Hoy en día todos se la pasan buscando empleo, una casa y su pareja. ¿Para qué queremos eso?
La casa es fea, es cara, el trabajo es una mierda y las parejas un estorbo.
Así llevamos meses buscando dónde vivir sin siquiera vivir: trabajar y estudiar, porque mi familia me timó haciéndome creer que ir a la escuela me haría rico. ¡Y rico se hizo el hijo de su re perra madre que recibió mes con mes, semestre a semestre, ciclo a ciclo, la puta coima!
Estudiar no sirve de nada y trabajar tampoco. Cierra el libro, renuncia a tus deberes, ve a tu casa, mata a tu mujer y a los horrendos de tus hijos.
En la búsqueda de un lugar dónde vivir en una ciudad donde todo es caro, compartido y horrible, todo el mundo hace fila para ver la jaula donde se va a meter a sobrevivir: trabajar todo el día para pagar por tener un lugar donde dormir, para soñar con el trabajo del día siguiente hasta morir, diciendo que fueron felices e hicieron siempre lo que quisieron.
Cruzando una avenida enorme, bajo la égida perversa de los puentes vehiculares, llegamos a la acera tomados de la mano, y lo primero que vemos es la cabeza de un cerdo cercenada en una bolsa, con un mensaje amenazante: «Sigues tú, hijo de tu puta madre. Vamos por ti».
Inmediatamente después te encuentras el cuerpo degollado de alguien y ella grita de terror, llorando, se oculta detrás de mí y unas gruesas lágrimas inundan mis ojos con horror. No siento el cuerpo, me dan ganas de vomitar.
Nos alejamos a toda prisa mientras la multitud se acerca, toma fotos y pide a todos, entre ellos, que alguien llame a la policía. Pero no. Nadie lo hace ni lo hará por temor de hablar y ser el siguiente.
De a diez mil pesos el cuarto, comparte patio y cagadero.
Requisitos: carta ‘e policía, seis meses de nómina, comprobante de ingresos, acta de nacimiento, pasaporte y defunción… las buenas calificaciones de primaria y también, de una vez, una prueba de coronavirus PCR, la del VIH y de la puta rabia, perro asqueroso, hambreado, muerto de hambremiserableysinquétenerpacaersemuerto.
De la primera que nos quisieron, nos corrieron porque en un arranque de furia me quise lanzar de la ventana encuerado. Era una torre inmersa entre otras torres eternas cuyas luces nunca se apagaban. Toda la noche se oía la música, el llanto, los gritos, los golpes, las cagadas ocasionales de los vecinos de al lado, de arriba y de abajo. Unos hacían más aguado o más ruidoso que otros, y es por eso que eventualmente los empecé a reconocer.
—Señor: no salte, póngase algo de ropa, por favor —sonaba al fondo de la calle el megáfono policial, queriendo convencerme de seguir en este circo, y yo me bajé del marco de la ventana porque el filo me rascaba de mala forma el culo. En la mañana salí en las noticias y a mediodía me pidieron las llaves.
La segunda vez que me echaron fue porque cada que podía veía porno en la pantalla que daba a la calle, en altos decibeles. Yo abría la ventana a propósito para que todos los hijos de su puta madre de mis vecinos se enteraran de que soy un miserable de mierda. El martes me encontré una interesante de hermanastros en donde la chica ve la tele y escucha algo sobre las bondades del nudismo, pero el cuate luego luego la sexualiza y terminan cogiendo, pero ella se saca el miembro de la boca recordándole que ese no era el propósito original de sus prácticas.
Aj, aj, aj, estás enorme, papá, ay, Dios…
Y tocaban la puerta encabronados, que porque dizque había niños y ellos dizque se perturbaban. ¡Güevos! Seguro se la jalaban soñando con ser su servilleta. El ser humano es puerco, lujurioso, cateto y perverso. No veo la hora en que se extinga esta raza puerca, mierdosa y moralina.
Al final, por el alto precio de las rentas, hubo que moverse fuera del periférico. Tan afuera que la ley perdía todo ámbito de validez. Allá ya no estaban ni Máynez ni Kelsen, padre.
Dos mil pesos al mes por un cuarto en Tlajomulco y sólo tenía permitido llegar a dormir, con los consabidos requisitos y el atraco del depósito, que es una puta mierda dizque preventiva por si acaso se me ocurre quemarles la puta finca.
También me pidieron una carta de policía o de no-antecedentes-penales, como si eso les asegurara que no voy a meter algún cadáver por la puerta y que no lo voy a diseccionar, carneándolo para armarme un carbonizado asado con un par de limones y algunas especias, contagiando del asqueroso hedor a la horda que merodea con sus narices y sentidos todo aquello de aquellos que no son ellos, para satisfacer su morbo voyeurista, fetiche de Dios Padre, de Panóptico Puñetas, policial, chivatón y delator.
Hago cuatro horas de ida y vuelta pa’l trabajo y cada noche que llego o me robaron algo o me rompieron algo o me rayaron algo o se cagaron en la entrada, pero al final me sale más barato. No me piden tanto. Seguido tengo a la prensa y al SEMEFO en el barrio, y estos cabrones me están enseñando el fino arte del desapego.
Sin embargo, un día llegaron desalojando a todos por dos razones: la primera, el lunes, porque al lado hallaron una fosa clandestina y armamento; la segunda, el jueves, porque en la carretera de atrás del fraccionamiento se robaron un tanque de gas cloro y se presume que andan por la zona repartiendo sus dones, dándonos la fina caricia de la muerte que después se vuelve bofetada. Palabras bonitas antes del atascadón de verga que suelen dar los que saben.
Para cuando volví en la noche ya estaban los soldados, la Guardia Nacional, sacando mis cosas a la banqueta. Sobra decir que me chingaron mi alcancía porque no la encontré por ninguna parte, ni mis calcetines nuevos, esos Wilson de la bolsa gris.
Un mes de renta por adelantado, dos depósitos, aval con propiedad libre de gravamen dentro de la Zona Metropolitana de Guadalajara, contrato por un año, acuerdo de justicia alternativa y pago de investigación, tanto del interesado como del fiador, que corre a cargo del primero.
¡Esa señora se la arrancó macizo! Te pedía una transferencia bancaria de 500 pesos para asegurar tu cita para ver la casa, y si te gustaba, tenías que pagar la investigación llevada a cabo por profesionales de su Puta Madre, que se sacó de la cola, y que, si no eras apto según su divina voluntad, te ibas a la verga. El dinero no volvía.
Este proceso costaba tres mil pesos, había una fila interminable de infelices que pagaban por hacerlo y, al final, ella sacaba el doble del coste del sitio sin siquiera ser rentado. Hija de su perra madre.
Puta vieja. Puta rata.
Camino en la calle buscando ya sin ver. No alzo la mirada porque sé que alguien, solo alguien, pudo haber dejado algo tirado en el piso. Lo que sea: un reloj, una cartera, un teléfono, un billete… tengo hambre y no he desayunado hoy, no cené anoche. Tengo que pagar el pasaje del camión para irme a trabajar, pero ayer llovió y no hay servicio. El guardia no me avisó sino hasta que pagué el pasaje y me quedé sin nada. Ahora debo ir andando, cabizbajo, alzando la maceta nomás pa ver, en cruces de calles grises, que no me vayan a arrollar, porque luego vas pa’l hospital y luego hay que pagar y pagar y sufrir más y pagar más por la experiencia.
Cuando lo hago, miro de reojo las nuevas torres de departamentos: Avenida Alcalde, Centro, Circunvalación, Agua Azul, Periférico…
(Guadalajara, 1995) estudió la licenciatura en Derecho, la licenciatura en Filosofía y la maestría en estudios filosóficos; es autor de Sin Razón de Ser y Sin Nada que Perder (2015); Cuentos, Mentiras y Poesías (2016); Morirse en México (2017); De Calles, Casas, Bares y Moteles (2019) e Hijos de su Puta Madre (2022). Ha colaborado para distintos medios impresos y electrónicos en distintos países, así como participado y presentado su obra en diversos espacios y foros culturales en México, Centro y Sudamérica.